Con un cómplice, la sargento ató y amordazó a un hombre, a su hijo, a sus padres y a su abuela. Un inspector de tránsito la capturó y ella le ofreció plata para que la dejara ir, pero no tuvo éxito. Asaltó a una familia en su casa y cayó cuando huía.
César Núñez había llegado para visitar a su hijo de 14 años y pasar unos días de vacaciones junto a su familia. Eran alrededor de las 10.30 y su tío estaba despidiéndose desde el portón. En ese momento, un hombre y una mujer aprovecharon para entrar a la casa, una construcción modesta en la localidad de Tristán Suárez. Lo que siguieron fueron unos veinte minutos de amenazas, miedo, golpes e incertidumbre, que concluirían con los dos ladrones presos: uno de ellos resultó ser una sargento de la Bonaerense .
El hecho recién trascendió ayer, pero ocurrió el 23 de enero en una casa ubicada en Juan Carrizo al 200 de Tristán Suárez, Ezeiza. La mujer policía –una sargento de 30 años, en la Bonaerense desde hace siete – quedó acusada de privación ilegítima de la libertad y robo agravado. Ayer continuaba presa en la Comisaría de la Mujer de Mar del Plata. Su cómplice era un albañil con antecedentes, vecino suyo en Cañuelas, donde ella vivía y trabajaba en una “Estación de Policía Comunal”.
El hombre que estaba de visita en la casa robada, César Núñez, tiene 43 años. Nació en Misiones, pero en 1994 emigró hacia Alemania para trabajar como operario en una planta automotriz de BMW, en Munich. “Trato de venir todos los años porque mi hijo vive con mis padres”, le cuenta César a Clarín . Nunca imaginó lo que ocurriría esa mañana, que hasta entonces se presentaba tranquila. El había aterrizado en Buenos Aires apenas dos días antes .
En la casa estaban César, sus padres, su hijo y su abuela, una mujer de 84 años . “¿Usted es la señora Mari?”, le preguntaron los ladrones a la madre del operario. Pero, más que una duda, parecía una orden.
El ladrón era el que empuñaba el arma y la mujer policía era la que daba las órdenes .
“Mi tío estaba yéndose y cuando mi mamá lo despedía entra esta gente. ‘Adentro, adentro’, gritaban. En la calle no había nadie”, dice César. “¡Todos quietos que a nadie va a pasarle nada!”, amenazaban. La mujer policía –vestida de civil, obviamente– se mostraba agresiva. Fue ella la que hizo descender de la planta alta al hijo del operario, que estaba durmiendo.
“Bajá o te matamos a tu papá” , le gritó.
La mujer ató a toda la familia con precintos y los amordazó para que se mantuvieran callados. César le pidió que no le tapara la boca a su hijo, que sufre convulsiones, ni a su abuela. “Igual la ataron con cinta scotch”, detalla. Luego, los encerraron a todos en un baño. Los ladrones querían el dinero que, según decían, el operario traía de Alemania. El asaltante lo llevó a la planta alta y le exigió la plata. Pero cuando vio que no había tanto como esperaba, se puso nervioso: “¡Decime dónde están los 3 mil euros o te mato!” , le gritó.
“Cuando bajamos, pensé en escaparme. Antes de que pudieran atarme, empecé forcejear y salté por una ventana. En ese momento, mi papá también logró soltarse y le puso una trompada a la mujer”. Los dos asaltantes corrieron desesperados detrás de César, pero ya era demasiado tarde.
Núñez salió gritando que estaban robándole. El ladrón quiso atraparlo agarrándolo por el cuello, a los golpes, sin soltar nunca el arma. Pero no pudo. Entonces los asaltantes saltaron a la parte trasera de una camioneta que pasaba, fingiendo que ellos eran las víctimas. Pero el chofer no les creyó, hizo una maniobra y los tiró. Salieron corriendo y se encontraron con un inspector de tránsito, que para amedrantarlos puso su celular bajo su campera, simulando tener un arma . Ante esto, la sargento le ofreció el botín para que los dejara ir.
No tuvo éxito .
El hecho recién trascendió ayer, pero ocurrió el 23 de enero en una casa ubicada en Juan Carrizo al 200 de Tristán Suárez, Ezeiza. La mujer policía –una sargento de 30 años, en la Bonaerense desde hace siete – quedó acusada de privación ilegítima de la libertad y robo agravado. Ayer continuaba presa en la Comisaría de la Mujer de Mar del Plata. Su cómplice era un albañil con antecedentes, vecino suyo en Cañuelas, donde ella vivía y trabajaba en una “Estación de Policía Comunal”.
El hombre que estaba de visita en la casa robada, César Núñez, tiene 43 años. Nació en Misiones, pero en 1994 emigró hacia Alemania para trabajar como operario en una planta automotriz de BMW, en Munich. “Trato de venir todos los años porque mi hijo vive con mis padres”, le cuenta César a Clarín . Nunca imaginó lo que ocurriría esa mañana, que hasta entonces se presentaba tranquila. El había aterrizado en Buenos Aires apenas dos días antes .
En la casa estaban César, sus padres, su hijo y su abuela, una mujer de 84 años . “¿Usted es la señora Mari?”, le preguntaron los ladrones a la madre del operario. Pero, más que una duda, parecía una orden.
El ladrón era el que empuñaba el arma y la mujer policía era la que daba las órdenes .
“Mi tío estaba yéndose y cuando mi mamá lo despedía entra esta gente. ‘Adentro, adentro’, gritaban. En la calle no había nadie”, dice César. “¡Todos quietos que a nadie va a pasarle nada!”, amenazaban. La mujer policía –vestida de civil, obviamente– se mostraba agresiva. Fue ella la que hizo descender de la planta alta al hijo del operario, que estaba durmiendo.
“Bajá o te matamos a tu papá” , le gritó.
La mujer ató a toda la familia con precintos y los amordazó para que se mantuvieran callados. César le pidió que no le tapara la boca a su hijo, que sufre convulsiones, ni a su abuela. “Igual la ataron con cinta scotch”, detalla. Luego, los encerraron a todos en un baño. Los ladrones querían el dinero que, según decían, el operario traía de Alemania. El asaltante lo llevó a la planta alta y le exigió la plata. Pero cuando vio que no había tanto como esperaba, se puso nervioso: “¡Decime dónde están los 3 mil euros o te mato!” , le gritó.
“Cuando bajamos, pensé en escaparme. Antes de que pudieran atarme, empecé forcejear y salté por una ventana. En ese momento, mi papá también logró soltarse y le puso una trompada a la mujer”. Los dos asaltantes corrieron desesperados detrás de César, pero ya era demasiado tarde.
Núñez salió gritando que estaban robándole. El ladrón quiso atraparlo agarrándolo por el cuello, a los golpes, sin soltar nunca el arma. Pero no pudo. Entonces los asaltantes saltaron a la parte trasera de una camioneta que pasaba, fingiendo que ellos eran las víctimas. Pero el chofer no les creyó, hizo una maniobra y los tiró. Salieron corriendo y se encontraron con un inspector de tránsito, que para amedrantarlos puso su celular bajo su campera, simulando tener un arma . Ante esto, la sargento le ofreció el botín para que los dejara ir.
No tuvo éxito .
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