Cuando el cerco formado por su propia comitiva por fin se abrió, Kirchner ya había caminado casi dos cuadras. Entonces, sí, comenzó el ritual de besar a los chicos y abrazar a los grandes. Kirchner tomó mate en una de las casas e hizo jueguito con una pelota en otra. Con huellas de cansancio en el rostro, se mostró cordial con la gente, pero con pocas palabras. "Tía, tía, me saqué una foto con el Presidente", gritaba loco de entusiasmo un chico de seis años, con guardapolvo azul y escarapela.
La visita terminó con un acto ante 4.000 personas en el mini estadio Diego Maradona, en el parque industrial Canning. Allí Kirchner evitó dar nuevas definiciones, tras su extenso discurso de lanzamiento de la semana pasada, en La Plata. Sólo hizo una tibia referencia a la oposición, al señalar que "nunca más tendremos una crisis como la de 2001".
Dulce Granados, la esposa del intendente y novena candidata en la lista bonaerense de diputados, exhibió un tono frente al micrófono que parecía una imitación de Cristina Kirchner, en clave moderada. "Aunque nos peguen, vamos a poner la otra mejilla", dijo. Y Hugo Moyano, llegado de sorpresa sobre el final de la visita, acompañó a Kirchner hasta la puerta del helicóptero, pero no se subió. Optó por regresar a Capital en el asiento de atrás de su Passat. via Clarin
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